Reflexiones para tí.

Belsasar

El rey Belsasar ofreció un gran banquete a mil miembros de la nobleza, y bebió vino con ellos hasta emborracharse. Mientras brindaba, Belsasar mandó que le trajeran las copas de oro y de plata que Nabucodonosor, su padre, había tomado del templo de Jerusalén. Y así se hizo. Le llevaron las copas, y en ellas bebieron el rey y sus nobles, junto con sus esposas y concubinas. Daniel 5:1-3.

En la historia de las personas, de las ciudades y de los pueblos, Dios pone el punto final. A tu historia, también se lo colocará.

Belsasar perdió la noción de los limites y dejó de lado a aquel que podía ayudarlo. Nos parecemos muchos a él. Cuando nos entusiasmamos con una idea, con una actividad (aunque no se la mejor), parece que nos enceguecemos, dejamos la normalidad de lado y nos olvidamos -seguramente porque no queremos escucharlo- de aquel (o aquellos) que nos podrían ayudar a mantenernos en equilibrio.

En el caso del rey babilónico, esto le costó su reino y su vida. En tu caso, ¿eres consciente del precio que podrás pagar?

No hay dudas de que este rey observó la conversión operada en la vida de Nabucodonosor. Es fácil aceptar que debieron de haber conversado varias veces sobre cuestiones religiosas, incluyendo la importancia simbólica de los utensilios que habían pertenecido al Templo de Jerusalén; pero, perdido por el alcohol y sin referencias humanas que lo detuvieran, el rey Belsasar dio un paso más allá de lo que debía. Como consecuencia, Dios actuó.

El amor de Dios es inmenso y eterno. Tanto que pacientemente espera que nos demos cuenta del error en el que estamos y que volvamos a los caminos que él nos marcó. En muchos casos, parece que la espera divina es pasiva: en realidad, los tiempos de Dios son diferentes de los nuestros y él siempre da un mensaje antes de actuar.

Sodoma y Gomorra me parecen un buen ejemplo. Dios no las destruyó porque un día “se levantó de mal humor”; fue el punto final de un proceso que había comenzado decenas de años antes. En el proceso, Lot tendría que haber trabajado para conseguir un grupo de justos ( como mínimo diez, ¿no?); que nunca existió. Dios actuó.

En el caso de Belsasar,  tenía al alcance de la mano a Daniel, de quien ni siquiera se acordaba de que existía. En tu vida, ¿escuchaste el mensaje de Dios para ti?

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014

“365 Vidas”

Por: Milton Betancor






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