No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo. Exodo 20:17.

¿Cuál sería el límite para que te sintieras completo y feliz con las cosas que posees? ¿Qué tendrías que tener para no envidiar a tu prójimo? ¿La mansión más lujosa, el auto más deslumbrante? Tendrías que ser el hombre más millonario de la Tierra, y te aseguro que hay pocos Bill Gates en nuestro planeta. ¿La mujer más despampanante que existiera sobre el planeta? Siempre habrá una más bonita que la tuya, y el tiempo, a su vez, marchitará su belleza.

Nuestro mandamiento de hoy, el último del Decálogo, no solo está destinado a proteger las propiedades del prójimo de la rapacidad de los envidiosos y de los ladrones, sino, sobre todo, tiene como objetivo protegerte a ti de una vida sin sentido, vacía, hueca, llena de ansiedad innecesaria y de sentimientos de inferioridad injustificables.

Tiene como propósito enseñarte a vivir feliz siendo sencillo de corazón, al valorar y estar agradecido por lo que ya tienes, y por los verdaderos valores de la vida, lo que no se puede comprar con dinero: el amor de la familia y de los amigos; el sol, el cielo azul, las nubes, la belleza de los árboles, de las plantas y de las flores; los dones y las capacidades con que Dios te ha dotado para vivir; el buen humor; la amistad; una buena conversación; gozarte en la sonrisa de tu ser querido. Y, sobre todo, el amor de Dios; el sacrificio de Cristo; la obra incesante y alentadora de su Espíritu; la protección de los ángeles; la esperanza bendita de la vida eterna, de un mundo mejor, exento de dolor, separación y muerte.

En realidad, eres rico, y sin costo alguno, porque todos estos dones te son dados por la mano de Dios generosamente, cada día. No necesitas compararte con nadie. Goza de lo que ya tienes, y no te aferres de las cosas, aunque disfrútalas mientras las tienes, sabiendo que la verdadera satisfacción no está en las posesiones sino en las riquezas sencillas con que Dios te bendice cada día. Como reza el dicho popular: “La felicidad no consiste en tener lo que se quiere, sino en querer lo que se tiene”.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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